2.6.3 La Etica en Contexto Internacional

LA ETICA EN CONTEXTO  INTERNACIONAL




Numerosos estudios, informes e investigaciones que diagnostican -favorable o negativamente- los resultados y efectos en los mencionados procesos avalan la primera afirmación, ya sea para un específico país o para toda la humanidad. No obstante, no se destaca lo suficiente el papel que le corresponde desempeñar a la ética, la que se debe observar a nivel individual, social o internacional, para encarar de mejor forma la implantación del modelo neoliberal y su globalización.
Todos ya sabemos que la teoría neoliberal privilegia al mercado como el fundamental asignador de los recursos humanos, físicos y financieros, en un supuesto régimen de competencia y libertad de comercio. Por consiguiente, los seres humanos deben adaptar sus conductas y expectativas de acuerdo a sus ubicaciones y funciones en ese mercado, el cual se rige por normas que no necesariamente concuerdan con los tradicionales cánones éticos referidos a solidaridad, protección social, lealtad "fair play", justicia distributiva, para mencionar las más relevantes
Durante mucho tiempo, ética y empresa han sido conceptos que se han movido en planos de la realidad distintos. La ética se ha vinculado con lo que cada uno cree que está bien o mal. Otros la definían como un modo de ser, de estar y de actuar ante la realidad circundante. O incluso, como el arte de hacer las cosas bien desde todos los puntos de vista posibles. La empresa, por el contrario, se ha concebido como un ente objetivo, siendo una institución ligada al beneficio, y por tanto, que requiere de criterios económicos y no morales.
Hoy en día la situación ha evolucionado. Congresos, conferencias o medios de comunicación se ocupan de nuevo de unir las palabras ética y empresa, en concreto al hablar de la ética empresarial.
Alrededor de los años 50 del siglo XX, debido a la aparición de los modelos teóricos que desembocaron en las primeras escuelas de dirección de empresas, se produjo el primer encuentro entre la ciencia ética y las teorías de la dirección. Es entonces cuando se comienza a concebir a la empresa como una comunidad de personas. Se desarrollan las teorías de la responsabilidad social; se introducen los criterios de justicia en el reparto del valor económico añadido.
En los años siguientes en los que la oferta de formación empresarial creció, con el influjo de los modelos anglosajones de dirección que pasaron a dominar el mundo occidental —y en consecuencia, España también—, pareció que la ética estaba ausente, y el positivismo y el pragmatismo dejaban poco espacio a las teorías humanistas. Se puede afirmar que hay un paréntesis en el desarrollo de la ética empresarial en España y en el mundo occidental hasta los años setenta y ochenta del siglo XX.
Es a partir de este momento cuando se comienza a experimentar un proceso profundo y acelerado de cambios, sin precedentes en la historia de la humanidad. Este cambio es voraz, complejo, turbulento e imprevisible, que llega de forma avasalladora y alcanza todos los segmentos de la sociedad. Tales mutaciones imprimen un dinamismo tecnológico y científico, y las consecuentes revisiones de valores, de forma jamás vista que alcanzan en pleno nuestra vida cotidiana y el de las organizaciones empresariales.
La concepción de las empresas ha cambiado mucho en los últimos años, lo que ha llevado a considerar que tienen una seria responsabilidad moral para con la sociedad, independientemente de las responsabilidades individuales de sus miembros:
El papel de las organizaciones como núcleo básico de las sociedades poscapitalistas, que hace indispensable una ética de las organizaciones para devolver la moral de la sociedad.
La toma de conciencia de que la ética constituye una exigencia impuesta por la propia viabilidad del sistema económico en su conjunto. Si el comportamiento inmoral se convierte en norma acaba con la confianza y la lealtad, provocando importantes disfunciones en el mercado.
La existencia de una conciencia de la solidaridad (el mal que se hace siempre perjudica a alguien) y una conciencia de la alteridad, que no lleva a no hacer a los demás lo que no deseamos para nosotros.
El miedo a la mala imagen y a las sanciones legales, que pueden derivar para la organización el descubrimiento de su falta de ética, etc.
No puede por tanto concebirse la actividad de las organizaciones al margen de la ética o regida por unas reglas del juego diferentes que justifican actuaciones inaceptables desde la perspectiva de la moral individual.

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